domingo, 30 de diciembre de 2012

Soy escritor. Acabo de terminar mi último libro, "Un final Austral", y a mi editor le gustó mucho. Tiene como 300 páginas y me contó que lo leyó en dos días; lo encontró emocionante y fascinante. Me juró y re-juró que se venderían las primeras mil copias en menos de una semana. Me lo aseguró tanto que me dio un cheque por US$5.000.

  Ahora voy camino al banco para cobrar el cheque ya que debo comprar cosas para el departamento. Comida, bebidas, fruta, etc. Son las 9:30 y no hay mucha gente en el banco, a pesar de ser fin de mes. Llego a la ventanilla y entrego a la chica el cheque y mi carnet de identidad. Me mira sonriendo, se levanta pidiéndome unos minutos y la veo hablar con un tipo.

  Para resumir, me pagan los $5.000 dólares y cuando voy caminando hacia la salida, un tipo me toca el hombro y me saluda muy afectuosamente. No me gustó su facha desgarbada, con barba de dos días y una chaqueta sucia. Me saluda como si nos conociéramos hace mucho tiempo.

-¡Pablo, tanto tiempo!.- Me dice, dándome una suave palmada en la espalda.

-¡Disculpa, no, me estás confundiendo con alguien más. No me llamo pablo!.- le digo, sacando su mano de mi hombro.

-¡Perdona, te pareces mucho a un amigo que no veo hace mucho tiempo!.- Me dice, y se va caminando hacia un sofá apostado frente a una gran ventanal y se sienta. Lo miro por encima del hombro y salgo del banco.

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-¡Prepárense, acaba de salir. No lo quiero muerto. Sólo quítenle el dinero y lo dejan en algún callejón!

-¿Jefe, podemos robarle la ropa, celular o algo más aparte del dinero?.

Idiota, el dinero lo dividiremos entre los tres y con tu parte te podrás comprar lo que quieras. No, sólo le quitan el dinero!.

Está bien!

   Dos tipos con tan mala facha como el del banco esperaban al joven en un restaurant. Cuando lo ven salir, pagan la cuenta, se levantan y salen, intentando no ser descubiertos. Debían ser discretos y no acercarse demasiado para que el joven no sospechara. Cristian, el joven escritor, se detiene en seco cuando salían dos tipos cargando un espejo de una vidriería y en menos de tres segundos advierte la presencia de estos dos extraños que lo seguían cuando los ve reflejados en el espejo a sus espaldas. Cuando subían el espejo a una camioneta, Cristian sigue caminando y luego de unos diez pasos, dobla por un callejón sin salida a su derecha. Llega al final de éste y espera que lleguen los dos tipos.

-¡Tranquilo, tú puedes con esto. Estás preparado para cosas como éstas!.- Dice el joven, relajando sus manos, soltando los músculos del cuello, tocando ambos hombros con su cabeza. Así entonces, aparecen los dos tipos y se acercan al joven lentamente, sacando sendos cuchillos de sus botas.

-¡Podemos hacerlo fácil o difícil, tú elijes!.- Dice uno de los tipos, pasando su cuchillo de una mano a la otra y viceversa.

-¿¡Qué mierda quieren!?.- Pregunta Cristian cínicamente, sabiendo muy bien lo que ellos querían.

-¡Acabas de cobrar un cheque en el banco...!

-¡Ah, eso. Lo siento, necesito este dinero para vivir, como todo el mundo!

-¡Nosotros también. Nos entregas el dinero o aquí termina todo!.

-¡No puedo, lo siento!.- Dice cristian, acercándose al tipo, quien no entiende la reacción del joven.


     El tipo intenta enterrar el cuchillo al joven, pero éste logra interceptar la mano con el cuchillo, lo tira al suelo y le rompe la muñeca. Acto seguido, le quiebra la pierna con un movimiento de karate. El tipo cae al suelo, quejándose fuertemente.

-¡Le rompiste la pierna. Te mataré, hijo de perra!.- Dice el otro tipo, corriendo hacia Cristian y cuando intenta cortar la garganta del joven, éste agarra el brazo del tipo y con un teisho, otro movimiento de karate, golpea la nariz del tipo y cae muerto en el pavimento. Le había metido la nariz en el cerebro.

-¡Uds. se lo buscaron. Ve a un hospital. Para tu amigo ya es tarde!.- Dice Cristian al tipo de la pierna rota y sale caminando del callejón hacia el paseo Ahumada.

   Cuando entraba al metro Universidad de Chile, medita un momento: "¿Qué crees que haces?. ¡No puedes ir a casa. Acabas de matar a una persona y otro tipo tiene la pierna rota. Pondría en peligro a Carolina!".

  Cristian baja en metro Baquedano y camina hasta el hotel Crown Plaza, pide una habitación. Un botones lo guía hasta el quinto piso, le abre la habitación y recibe $5.000 de propina. Ahora, tranquilamente, llamaría a su novia, Carolina, y le contaría lo sucedido.

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  El tipo del banco que había saludado a Cristian, buscaba a sus amigos caminando por  paseo Ahumada mientras los llamaba a sus celulares. Uno, Tito, no contestaba por el dolor de su pierna y estaba en shock. El otro, Pato, menos hubiese podido contestar. Estaba muerto.

   Los había encontrado gracias a dos policías en moto y una ambulancia que sacaba un cuerpo sin vida del callejón y el otro en una camilla, con la pierna inmovilizada y unos sedantes, que lo dejarían dormido en un par de minutos.